Ana, la de Avonlea

Creo que esta es la última entrada del 2010 y tenía mis dudas sobre a qué libro se la dedicaría.
¿Charles Dickens y sus Grandes Esperanzas o Lucy Maud Montgomery y su Ana, la de Avonlea?
Busqué mi cuaderno de apuntes, donde suelo anotar alguna frase o sensación que me deja el libro mientras lo estoy leyendo, y me sorprendí la cantidad de frases que me llegaron al corazón de la Sra. Montgomery.
En el segundo libro de la serie de Anne Shirley, ya no es más la desaliñada niña pelirroja y pecosa que llegó al hogar de los hermanos Cuthbert, es una pequeña dama que a crecido y comienza el camino a la adultez pero que aún se niega a abandonar del todo su niñez.
Anne es una joven maestra, que le encanta su trabajo y quiere llegarle a todos sus alumnos, incentivándolos a que sean creativos y a tenerle confianza.

"Marjory White, que tiene diez años, quería ser viuda. Al preguntarle el porqué, respondió gravemente que si una no se casa la gente la llama solterona, y lo hace, el marido la manda, pero siendo viuda no hay peligro ni de una cosa ni de la otra."

Me causó mucha risa la inteligente reflexión de la alumna de Anne. Siempre le digo a los padres de mis alumnos que ellos se sorprenderían (tal vez para mal), de las cosas que nos cuentan los chicos.
Otra cosa que tienen estos libros son sus personajes secundarios. Son personajes inolvidables y que hacen que la vida de Anne sea tan interesante, como la Srta. Lavanda Lewis.

"Los sueños y las suposiciones están muy bien de día, a la luz del sol; pero cuando llega la noche y la tormenta, ya no satisfacen. Una, entonces, desea cosas reales".
Anne tiene la vida llena de posibilidades y sueños por concretar y comprende poco la reflexión de su "vieja" amiga (de 45 años).
El libro termina dejando a sus queridas lectoras con ganas de saber más sobre el futuro de esta damita.

"Quizá, después de todo, el romance no llegaba con pompa y esplendor, como un caballero andante; quizá se deslizaba a nuestro lado calladamente como un viejo amigo; quizá se revelaba en prosa, hasta que una repentina iluminación que recorría sus páginas traicionaba el ritmo y la música, quizá el amor se desprendía naturalmente de una hermosa amistad, cual una rosa de corazón dorado de su tallo".

Una hermosa forma de describir el comienzo de un amor.