Conocí
a Florencia Bonelli a través de varios blogs amigos que aman sus libros. No soy
muy fanática de la novela romántica histórica, pero caí en la tentación de
comprar Artemio Furia, que si bien no me enloqueció, me pareció bien escrito. Tiempo
después, se lo recomendé a una amiga, que quedó enamorada del libro y ahora es
una más de la legión de fanáticas Bonelli.
Ella
es quien me recomendó que lea Indias Blancas y su segunda parte, Indias
Blancas, la vuelta del ranquel.
Esta es una historia de indios, malones y mujeres cautivas.
Pero también de blancos deseosos de extender la llamada «civilización» a lo
largo y ancho del país. De una familia que guarda celosamente secretos que
irrumpen con fuerza en los momentos más inesperados. De una sociedad pacata que
no perdona a los que osan transgredir sus normas. Y de unas personas, pocas,
que se animan a tomar el camino de sus deseos más profundos. Indias Blancas es,
sobre todo, la historia de un amor que no conoce límites.
En 1870, Laura Escalante, una mujer de linaje intachable, comete un gravísimo error: enamorarse de un indio, el ranquel Nahueltruz Guor. En el lejano sur de Córdoba, cerca del país de los Ranculches, el amor que se profesan encuentra su lugar. Pero no por mucho tiempo. Un sinfín de fuerzas antagónicas se opondrá a esta relación: la Iglesia, la familia de Laura, su eterno pretendiente, el mundo mismo. Laura sabe que el desafío es enorme, pero guiada por el recuerdo de su tía Blanca Montes (cautiva del cacique Mariano Rosas) luchará por convertirse en otra «india blanca».
En 1870, Laura Escalante, una mujer de linaje intachable, comete un gravísimo error: enamorarse de un indio, el ranquel Nahueltruz Guor. En el lejano sur de Córdoba, cerca del país de los Ranculches, el amor que se profesan encuentra su lugar. Pero no por mucho tiempo. Un sinfín de fuerzas antagónicas se opondrá a esta relación: la Iglesia, la familia de Laura, su eterno pretendiente, el mundo mismo. Laura sabe que el desafío es enorme, pero guiada por el recuerdo de su tía Blanca Montes (cautiva del cacique Mariano Rosas) luchará por convertirse en otra «india blanca».
Y ahora, temiendo por mi vida (las fanáticas de Bonelli son
peor que los malones), debo decir que, aunque está bien escrito, no me gustó.
La historia entre la “chica de sociedad” que se enamora de
quien no debe, en este caso un indio, no es nada nuevo, pero no ése mi problema
con esta novela. Mi mayor problema es que no me gustaron los personajes. Laura
Escalante y Nahueltruz. Ninguno de los dos me enganchó.
Ella, tan decidida y controversial para algunas cosas, la
noto muy sumisa en otras. Él, a quien se supone un indio con educación, en más
de un momento no lo demuestra, pero en especial en una escena donde describe
una especie de violación que me cayó de lo peor.
Pero sacando los aspectos negativos, me gustó el cruce de
historias, el paralelismo entre la historia de amor entre Laura y Nahuel y la
de su tía, Blanca Montes, a través de la lectura de su diario.
Indias Blancas, la vuelta del ranquel, continúa la historia
entre Laura y Nahueltruz, que no terminó bien el primer libro.
Dicen que los indios jamás olvidan una ofensa, que la
venganza entre ellos es cosa sagrada y que todo lo que tienen de agradecidos y
humanitarios lo tienen de rencorosos y vengativos. Y aunque Lorenzo Rosas vista
a la última moda parisina y hable tres lenguas, en su fuero íntimo sigue siendo
Nahueltruz Guor, el ranquel que seis años atrás juró destruir al culpable de su
desdicha: Laura Escalante. En la sociedad porteña ella es conocida como la
viuda de Riglos, una mujer hermosa, rica, inalcanzable. Dueña de una editorial,
se mide ideológicamente con figuras de la talla de Sarmiento y Mansilla y
escribe un folletín que mantiene vilo a muchas lectoras. Se le atribuyen,
además, varios affaires, el más resonante con el general Julio Roca, quien se
apresta para su conquista del indio. Pero lo cierto es que, detrás de esa
imagen de mujer fatal, Laura esconde un alma sensible y un corazón destrozado.
El rencor de Nahueltruz parece tan profundo como el amor que ella siente por
él. En medio de esta lucha de voluntades poderosas, los fantasmas del pasado
reaparecen para complicar la situación y se interponen nuevos obstáculos y
malentendidos. ¿Podrá Nahueltruz vencer el odio que lo domina y perdonarla? Su
felicidad y la de Laura dependen de la respuesta. Amparada en un manejo
impecable de la intriga y en una fuerza narrativa arrolladora, Florencia
Bonelli ata y desata en Indias Blanca los hilos de una trama palpitante
destinada a dejar honda huella en el recuerdo de sus lectores.
La secuela, retoma la historia varios años después. Laura es
ahora una viuda poderosa de la sociedad porteña. No sabe nada sobre Nahueltruz,
hasta que este se aparece como un caballero rico y cultivado recién llegado
desde Europa.
Ella, que se puede dar el lujo de no depender de ningún
hombre, que es la “rebelde” de la alta sociedad, que se codea con los
intelectuales de Buenos Aires, vuelve a la postura sumisa cuando está frente a
Lorenzo Rosas.
Él, sencillamente odioso. Le hace los mil desprecios
posibles. Por la mitad de desprecios que le hace, yo me hubiese convertido en
Lorena Bobbit y ahí sí que hubiese dado que hablar a la high society!
Pero como dice la canción, “el amor es más fuerte”, las
venganzas personales, los odios y rencores, todo quedará perdonado, porque en
el fondo se quieren.
Lorenzo/Nahuel, le perdonará su “debilidad”, ella, sus
desprecios. Yo, en cambio, demostrando ser más rencorosa que Lorenzo, no le perdonaré a Bonelli que la señora Riglos tenga un romance
con un personaje histórico argentino bastante cuestionable en sus acciones.
Bien escrito, con un trasfondo histórico, con personajes que
se aman o se odian (la mayoría los ama), es un libro para las que adoran las
novelas románticas, no para las mujeres que estén pasando por una etapa donde perciban al amor con una visión ácida y un poco irónica (que en mi caso, ya viene extendiéndose de hace rato).