Nunca he sido una gran lectora de escritores rusos, pero lo poco que he leído, suelen ser con finales tristes. Siempre me pregunté si el clima tan frío habrá influenciado en sus grandes compositores y escritores, que reflejan en sus obras tanta melancolía.
Aleksandr Pushkin tuvo una vida digna de una novela, nació en una familia aristocrática, pasó por diferentes posiciones y trabajos, se enamoró de una mujer muy bella y tuvo un final digno de un libro, murió en un duelo defendiendo el honor de su esposa.
En La hija del Capitán, el tema del honor es una constante. Es raro observar la importancia que tenía este valor en aquellos tiempos.
Situada en una época histórica de Rusia donde los alzamientos cosacos contra el despotismo era algo cotidiano en las provincias, utiliza ese momento para relatar una vida de aventuras, penurias y amor.
Pedro Andreich, hijo de un ex militar retirado de posición económica holgada y de prestigio dentro de sus tierras, es enviado a una fortaleza perdida en una zona rural. El muchacho irá bajo el cuidado de un viejo y fiel sirviente, pero a pesar de ello, no podrá protegerlo de los peligros que encontrará.
Al perderse en medio de una tormenta de nieve, un extraño los ayudará, siendo ése pequeño encuentro, un punto importante en el destino que lo espera.
En el fuerte, se enamorará de la hija del Capitán, la joven María Ivanova, una muchacha sencilla, criada en el campo, sufrida y silente. El honor, algo tan importante para él, le traerá más de un problema, pero también le salvará la vida cuando el fuerte sea tomado por los cosacos, liderados por Pugachov, aquel extraño que le ofreció ayuda y que el joven agradeció lo mejor que pudo.
El conflicto que se desarrolla en las provincias, donde los cosacos intentan rebelar los pueblos, será uno de los que tendrá que sortear por amor a María.
Cuando el honor y la valentía de Pedro Andreich sean puestas en duda y lo encarcelen, será María quién irá en su rescate, teniendo un final con intervención de la realeza y extrañamente, feliz.
Es una obra sencilla, corta, para conocer un poco más las costumbres de un pueblo que parece tan lejano, en una época que vislumbra cambios.
La semana que viene será el sorteo del concurso, si alguien aún no se anotó, está a tiempo.
Le pido perdón a mis seguidores y amigos blogueros por mi ausencia, pero pasé por un período muy feo de angustia e incertidumbre, en el que creí que podía tener cáncer de mama. Gracias a Dios, todos los estudios me salieron muy bien.
A veces por dejadez o temores, demoramos en hacernos una mamografía o una ecografía mamaria. No hay excusas, nuestra vida y salud deben ser más importantes. Los estudios duran unos pocos minutos, no duelen y en mi país, son gratuitos.