Cine

Una de la películas más esperadas y con mayor publicidad de este año ha sido Ángeles y Demonios, continuación de El Código Da Vinci. La dirección vuelve a estar a cargo de Ron Howard, y su actor fetiche, Tom Hanks, se coloca las ropas del profesor Langdon por segunda vez.
Parece que tengo algo de masoquista porque fui al cine a pesar que el libro no me gustó. Realmente mi intención era ver cómo el director se arreglaba para imitar ciertas locaciones específicas.
En esta ocasión, al profesor experto en símbolos religiosos, lo convocan del mismo Vaticano, en un momento muy particular, cuando está a punto de comenzar la elección del nuevo Papa.
Tendrá 24 horas para intentar encontrar "el camino de la iluminación" y así salvar no sólo a los cardenales preferidos, sino también a todo el Vaticano de la destrucción masiva de una nueva arma poderosa.
Para resolver los acertijos, tendrá la compañía de Victoria Vectra (no sé que es peor, correr en pequeños pantaloncitos como en el libro, o en falda tubo, como en la película), de la escasa ayuda de la policía romana, retratada como inservible, y de la Guardia Suiza.
Me sorprendió para mal el cambio de varias cosas con respecto al libro. Se eliminaron personajes importantes, y varios de los presentes tuvieron transformaciones en sus personalidades. El romance Langdon-Vectra se eliminó por completo.
Con respecto a las actuaciones, Hanks no me convence como un profesor sexy, y a Ewan McGregor lo considero un muy buen actor, pero no me lo creo como el Camarlengo.
La película cumple con la función de entretener, con sus momentos estilo Dan Brown, llenos de conspiraciónes y situaciones increíbles.



David Fincher es un director que suele sorprenderme por hacer películas con finales sorprendentes y personajes únicos. En El curioso caso de Benjamín Button, vuelve a hacerlo.

Basada en un cuento de F. Scott Fitzgerald, cuenta la historia de un hombre que nace con el aspecto de alguien de 80 y va rejuveneciendo.
Su padre lo abandona en un hogar de ancianos, asustado por su aspecto y herido por la muerte de su esposa durante el parto. Allí será criado por Queenie, la adorable encargada del lugar, quien lo criará como a un hijo. Dentro del hogar, Benjamín es tratado como a cualquier anciano, pero en realidad es un niño, que entablará amistad con distintas personas y cada una afectará su vida de diferente forma.
Especialmente, conocerá a Daisy, una niña que visita a su abuela en el hospicio. Entre ellos surgirá un extraña atracción que se irá desarrollando a lo largo de sus vidas.
Todo el relato va de adelante para atrás, narrada desde el lecho de muerte de Daisy, donde su hija le lee el diario de Benjamín.
Aunque la narración, en ciertos partes tenga similitudes con Forrest Gump, está llena de pequeños momentos y la presencia constante de relojes, indicadores del paso del tiempo. Las actuaciones me gustaron mucho, especialmente las de Taraji P. Henson y de Brad Pitt.
Gran mérito a la dirección que hizo parecer como algo natural toda la historia de Benjamin, haciéndonos olvidar lo extraño de la situación.