Anne y la casa de los sueños

"Gilbert, el gran amor de Anne, se recibe de médico. La pareja ya no tendrá que vivir separada. Se casan sencillamente y comienzan la vida en común de la casa de sus sueños, donde Anne conocerá nuevos vecinos, hará amistades y deberá resolver varios problemas. Pero siempre es la misma Anne, la de Tejados Verdes, con su espíritu vital y lleno de sorpresas."

No puedo evitar sentir que me reencuentro con una vieja amiga cada vez que tomo un libro sobre Anne Shirley.
En este libro, pasa a ser la Sra. Blythe. Al fin se casa con su amor de siempre y se va a vivir a Four Winds, donde Gilbert comienza su práctica médica.
En este lugar alejado, hará amistades diversas, personajes muy interesantes y graciosos. Como en todos los libros, habrá momentos de risas y de llanto.

En uno de los primeros capítulos, Anne va a despedirse a la tumba de Matthew, el anciano que la cobijó desde el primer día en Tejados Verdes.
"Leí en algún lado que nuestros muertos no están muertos hasta que los olvidamos. Matthew nunca estará muerto para mí, pues no lo olvidaré jamás".
Una frase sencilla que encierra tanto, porque nos sucede a menudo que recordando a nuestros seres queridos, los sentimos vivos.

Cuando llegan a Four Winds, Anne se hará amiga de la señorita Cordelia, una mujer madura de firmes opiniones en torno a los hombres que me hicieron reír.
"No niego que muy de vez en cuando aparece algún hombre que, si se lo agarra cuando es joven y se lo enseña bien, y si la madre le ha dado alguna buena paliza antes, puede resultar más o menos decente".
Esto lo dice después de afirmar que los buenos esposos se encuentran sólo en el cementerio.

Una feminista que afirma que no desea votar y da una razón de lo más entretenida e hilarante.
"Yo no anhelo el voto, créanme-dijo la señorita Cornelia, con desdén-. Yo sé lo que es limpiar lo que ensucian los hombres. Pero uno de estos días, cuando los hombres se den cuenta de que han convertido al mundo en un lío del que no pueden salir, no van a dar el voto de muy buen grado, para pasarnos los problemas a nosotras. Ése es el plan. ¡Ah, menos mal que las mujeres somos pacientes, créanme!"

Lucy Maud Montgomery escribió libros sobre Anne y su familia (unos nueve). Sin embargo, no cayó en repeticiones y aburrimiento.
Cada historia nos hace sentir cómplices, cómodos, en un ambiente familiar.
Sus escritos tienen toques de autobiografía. Como cuando Anne tiene a su primera hija y ésta muere unas horas después. La escritora sufrió una pérdida similar y compartió ése dolor con todos a través de su protagonista.

En sus narraciones, la vida sencilla nunca es simple. Siempre guarda pequeñas historias maravillosas.
Como la del capitán Jim, otro de los personajes maravillosos, que afirma: "Una mujer que escribe nunca sabe cuándo detenerse, ése es el problema. Saber escribir es saber cuándo detenerse".
Más de una escritora actual tendría que reflexionar junto al capitán Jim.

Y como en todos los libros de la serie, nos enamoramos de los lugares y sus habitantes, no sentimos en nuestra casita de los sueños, y no queremos dejar nunca la isla del Príncipe Eduardo.